Es el testimonio desesperado de una mujer brutalmente violada que reclama solidaridad a sus semejantes, exige justicia a las entidades encargadas y cuestiona a toda una sociedad y a sus instituciones sordas, acostumbrada a contemplar los toros desde la barrera, sin tomar partido.

Su voz es un grito de angustia que busca oídos  receptivos capaces de multiplicar el clamor y las ansias de justicia en favor de las miles de víctimas que padecen tales ultrajes, dentro de una sociedad retrógrada que las convierte en victimarias y, en muchos casos, en criminales. Esta mujer, aún no ha perdido un hálito de esperanza y confía en que algún día las pavorosas cifras estadísticas que nos lanza a la cara sean revertidas y que prevalezca un orden social más justo y humano, donde nacer mujer no sea una desgracia.